La coccidiosis canina es una enteropatía parasitaria de distribución global que afecta principalmente a cachorros, aunque también puede presentarse en adultos inmunocomprometidos.
Su agente etiológico, un protozoo intracelular del género Cystoisospora, puede generar cuadros digestivos de diversa intensidad, con especial impacto en entornos de cría, refugios o centros de adopción.
Aunque muchas infecciones son leves o incluso asintomáticas, en animales jóvenes puede provocar diarrea severa, deshidratación y retraso en el desarrollo, comprometiendo el bienestar y la viabilidad del cachorro si no se actúa a tiempo.
Etiología y ciclo biológico
En perros, los principales agentes causantes de la coccidiosis pertenecen al género:
- Cystoisospora canis
- Cystoisospora ohioensis
Estos protozoos se alojan en el epitelio intestinal, donde se reproducen de forma asexual y sexual. Los ooquistes no esporulados se eliminan por las heces y requieren esporulación ambiental (24–48 horas) para volverse infectivos.
La transmisión ocurre por ingestión directa de ooquistes esporulados o de hospedadores paraténicos (como pequeños roedores).
La resistencia de los ooquistes en el ambiente y su escasa sensibilidad a desinfectantes convencionales hacen que su control sanitario exija medidas estrictas y sostenidas en el tiempo.
Factores de riesgo
La coccidiosis se presenta con mayor frecuencia en:
- Cachorros de 2 a 12 semanas de edad
- Camadas de criaderos o protectoras
- Animales en fase de destete o con cambios dietéticos bruscos
- Perros en ambientes con alta carga parasitaria (poca higiene, hacinamiento)
- Pacientes con inmunosupresión por enfermedad o fármacos
Los adultos sanos suelen ser portadores subclínicos, pero actúan como fuente de infección para animales vulnerables.
Signos clínicos más habituales
La intensidad del cuadro depende de la carga parasitaria, la edad y el estado inmune del animal. En general, los signos clínicos incluyen:
- Diarrea pastosa, mucosa o hemorrágica
- Letargia progresiva
- Pérdida de apetito
- Dolor abdominal moderado
- Pérdida de peso y retraso en el crecimiento
- Deshidratación, especialmente en cachorros
- En casos severos, prolapso rectal o incluso muerte
La coinfección con otros enteroparásitos (p. ej. Giardia) o bacterias entéricas puede agravar el cuadro clínico.
Diagnóstico en consulta
El diagnóstico se basa en la demostración de ooquistes en heces, pero la sintomatología compatible en un cachorro con antecedentes de riesgo ya justifica la sospecha clínica.
Pruebas recomendadas:
- Flotación fecal con soluciones saturadas de azúcar o sal
- Técnica de McMaster o centrífuga para mejorar la sensibilidad
- Microscopía óptica: los ooquistes de C. canis miden entre 35–45 µm, los de C. ohioensis son más pequeños
- PCR: útil en coinfecciones o casos clínicamente dudosos
Conviene recoger muestras fecales frescas durante al menos tres días consecutivos, ya que la eliminación de ooquistes puede ser intermitente.
Tratamiento farmacológico
Aunque algunos animales se recuperan espontáneamente, los cachorros sintomáticos o en riesgo deben tratarse siempre, tanto para acortar la duración de la enfermedad como para reducir la diseminación ambiental.
Anticoccidianos disponibles
Fármaco | Dosis en perros | Vía de administración | Duración recomendada |
Sulfadimetoxina | 55 mg/kg PO el primer día, luego 27.5 mg/kg cada 24 h | Oral | 5–10 días |
Toltrazuril | 15–20 mg/kg cada 24 h | Oral | 2–3 días consecutivos |
Amprolio | 10 mg/kg/día | Oral | 5 días |
Sulfametoxazol-trimetoprim | 15–30 mg/kg cada 12 h | Oral | 5–7 días (control hematológico si prolongado) |
Apoyo clínico complementario
- Fluidoterapia oral o IV según el estado de hidratación
- Dietas digestivas blandas y fraccionadas
- Antieméticos si hay náuseas (p. ej. maropitant 1 mg/kg/día)
- Suplementación de probióticos veterinarios
En brotes en camadas, se recomienda tratar preventivamente a todos los individuos, incluso asintomáticos, especialmente en ambientes cerrados o de alta rotación.
Prevención y control sanitario
La prevención de la coccidiosis se basa en minimizar la carga ambiental y limitar el contacto con ooquistes esporulados. Esto implica:
- Limpieza diaria de heces antes de la esporulación (dentro de las primeras 12 horas)
- Desinfección con vapor o amonios cuaternarios de alta concentración
- Rotación de espacios y zonas de crianza para permitir secado y aireación
- Control de hospedadores paraténicos (roedores)
- Desparasitación preventiva desde las 3–4 semanas de edad, especialmente en criaderos
- Evitar la sobrepoblación y el hacinamiento en instalaciones de cría
En criaderos, puede aplicarse toltrazuril oral en masa como estrategia de control periódico.
Consideraciones epidemiológicas
Aunque la coccidiosis en perros no es zoonótica, su presencia en animales jóvenes implica un riesgo sanitario colectivo en núcleos de cría y adopción. Las medidas de bioseguridad y limpieza son tan importantes como el tratamiento farmacológico.
Además, algunos estudios señalan una posible resistencia emergente en ambientes con tratamiento sistemático y uso repetido de anticoccidianos, lo que refuerza la necesidad de rotación de principios activos y control ambiental sostenido.
Conclusión
La coccidiosis canina es una enteropatía frecuente en cachorros, especialmente en contextos de estrés, hacinamiento o higiene deficiente. Aunque muchos perros adultos actúan como portadores, los más jóvenes pueden desarrollar cuadros digestivos agudos que, si no se tratan, comprometen su desarrollo e incluso su supervivencia.
El tratamiento temprano, la higiene ambiental rigurosa y la prevención en poblaciones de riesgo son pilares esenciales para un control efectivo y duradero.
Referencias
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- Hendrix, C. M., & Robinson, E. D. (2016). Diagnostic Parasitology for Veterinary Technicians (5ª ed.). Mosby
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- ESCCAP España. (2022). Guía de control de protozoos intestinales en perros y gatos
- Plumb, D. C. (2022). Plumb’s Veterinary Drug Handbook (10ª ed.). Wiley-Blackwell