La dermatitis acral por lamido, también conocida como granuloma acral, es una lesión cutánea crónica provocada por el lamido persistente del animal sobre una zona concreta del cuerpo, generalmente las extremidades distales.
Se presenta con frecuencia en perros de razas medianas o grandes, y su manejo clínico resulta especialmente desafiante debido a la naturaleza multifactorial del proceso.
No se trata únicamente de una enfermedad de la piel. En muchos casos, el origen se encuentra en procesos dolorosos, pruriginosos o incluso conductuales, lo que obliga a realizar un abordaje diagnóstico y terapéutico más amplio. Un tratamiento sintomático o local suele fracasar si no se identifica la causa primaria.
¿Qué factores desencadenan la dermatitis acral?
El lamido repetido genera una inflamación constante en la piel, que se agrava por la humedad y la maceración crónica. Esto acaba produciendo lesiones firmes, ulceradas o engrosadas, con una cápsula fibrosa que dificulta su resolución.
Entre las causas más frecuentes que pueden originar el comportamiento de lamido destacan:
Causas médicas y dermatológicas:
- Dermatitis atópica o hipersensibilidad alimentaria
- Infecciones cutáneas localizadas
- Picaduras o cuerpos extraños
- Pioderma superficial crónico
Dolor o alteraciones musculoesqueléticas:
- Artritis carpal o tarsal
- Osteocondrosis
- Osteoartrosis avanzada
- Dolor neuropático periférico
Factores conductuales y ambientales:
- Ansiedad por separación
- Estrés por aislamiento o falta de estimulación
- Estereotipias por aburrimiento
- Cambios recientes en el entorno familiar
Muchos casos presentan una combinación de varios factores, lo que dificulta establecer un único desencadenante. Por eso, más que hablar de “una causa”, conviene considerar que existe un conjunto de factores predisponentes, desencadenantes y perpetuadores que deben abordarse en paralelo.
¿Cómo abordar el diagnóstico clínico?
Un error frecuente es asumir que se trata de una “manía” o “lamido por aburrimiento” sin haber descartado causas médicas. Esto puede llevar a tratamientos inadecuados y a cronificar la lesión.
El diagnóstico debe comenzar con una historia clínica completa que incluya:
- Edad de aparición y evolución de la lesión
- Estacionalidad o relación con episodios de estrés
- Cambios en el entorno (mudanzas, ausencias, llegada de nuevos animales)
- Tratamientos previos y respuesta obtenida
Tras ello, se recomienda una exploración física minuciosa de la zona afectada. Las lesiones suelen localizarse en la cara anterior de los carpos, metacarpos, tarsos o tibias, y presentan un aspecto ulcerado o endurecido, a menudo con bordes bien definidos y pérdida de pelo en el centro.
En casos crónicos, se observa fibrosis, hiperpigmentación y engrosamiento dérmico.
Pruebas diagnósticas complementarias útiles
- Citología de la lesión: para descartar infecciones secundarias. La presencia de neutrófilos degenerados y cocos o bacilos es muy frecuente.
- Cultivo bacteriano + antibiograma: especialmente útil en lesiones purulentas o con mal olor persistente, ya que muchas veces están colonizadas por Staphylococcus pseudintermedius o incluso Pseudomonas aeruginosa.
- Biopsia cutánea: indicada si la lesión no responde al tratamiento o presenta un aspecto atípico.
- Estudios por imagen: como radiografías para descartar alteraciones óseas subyacentes o cuerpos extraños.
- Evaluación neurológica y ortopédica: si hay sospecha de dolor localizado o claudicación.
Descartar causas médicas es una prioridad antes de considerar un componente conductual como factor primario.
Tratamiento integral paso a paso
La clave del éxito terapéutico radica en un abordaje multimodal e individualizado, que contemple la causa primaria, el estado emocional del animal y la lesión cutánea como consecuencia del problema de fondo.
1. Manejo local de la lesión
El primer paso es tratar la herida de forma adecuada, reduciendo la inflamación y evitando infecciones secundarias. Dependiendo de la fase evolutiva, puede ser necesario:
- Limpiar con soluciones antisépticas como clorhexidina al 2–4%
- Aplicar cremas con antibióticos y corticoides tópicos (p. ej. fusidato sódico + hidrocortisona)
- En lesiones ulceradas o infectadas, se puede recurrir a apósitos con miel médica o cicatrizantes
Si la zona se encuentra muy engrosada, puede requerirse un desbridamiento quirúrgico bajo sedación y posterior cierre con vendaje.
2. Control de la infección bacteriana
En casos con infección profunda, debe instaurarse tratamiento antibiótico sistémico durante al menos 3–4 semanas. Algunas opciones seguras y eficaces incluyen:
- Cefalexina: 22–30 mg/kg cada 12 h VO
- Clindamicina: 10–11 mg/kg cada 12 h VO
- Enrofloxacino: 5–10 mg/kg cada 24 h VO (según sensibilidad)
El cultivo previo es recomendable siempre que se sospeche resistencia bacteriana.
3. Tratamiento del dolor, picor o prurito subyacente
Cuando hay dolor articular, neuropático o prurito crónico como base del lamido, este debe ser tratado de forma específica:
- Meloxicam (0,1 mg/kg cada 24 h VO) para artrosis o inflamación leve
- Gabapentina (10–20 mg/kg cada 12 h VO) en dolor neuropático o hipersensibilidad
- Oclacitinib (Apoquel®) en casos de prurito crónico asociado a dermatitis atópica
El control del estímulo primario de lamido es esencial para evitar la perpetuación del comportamiento.
4. Tratamiento conductual y farmacológico
Si se confirma una base conductual o psicógena, debe instaurarse una pauta de tratamiento que combine modificación del entorno, enriquecimiento ambiental y, si es necesario, psicofármacos.
- Fluoxetina: 1–2 mg/kg cada 24 h VO, mínimo 6 semanas
- Estimulación diaria: paseos largos, juegos interactivos, acceso visual al exterior
- Evitación del castigo: ya que incrementa la ansiedad y agrava la conducta
En algunos casos puede ser necesario derivar a un etólogo clínico.
5. Medidas de protección física
El uso de collares isabelinos, camisetas protectoras o apósitos puede ser útil para proteger la zona durante la fase inicial del tratamiento. Sin embargo, deben utilizarse como apoyo temporal, nunca como única medida terapéutica.
Conclusión
La dermatitis acral por lamido es mucho más que una lesión cutánea. Es la manifestación visible de un problema de fondo que puede ser dermatológico, doloroso o conductual. Por ello, su tratamiento exige una visión integradora, que combine medidas tópicas, sistémicas, manejo ambiental y en muchos casos apoyo farmacológico prolongado.
El mayor error que se puede cometer en estos pacientes es limitarse a tratar la herida..
Referencias
- Noli, C., Scarampella, F., & DeBoer, D. J. (2021). Veterinary Allergy. Wiley-Blackwell.
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