El tratamiento de la epilepsia en perros no se limita a iniciar una medicación y esperar resultados. Es un proceso dinámico que exige evaluación continua, ajustes individualizados y un seguimiento cercano por parte del equipo veterinario.
Además, requiere una buena comunicación con el tutor para interpretar correctamente los episodios, detectar efectos adversos y mantener una buena calidad de vida. Vamos a ver cómo debe plantearse el seguimiento y qué aspectos clínicos conviene valorar para adaptar el tratamiento de forma eficaz.
¿Qué es la epilepsia y cuándo hablamos de tratamiento crónico?
La epilepsia se define como la presencia de dos o más crisis convulsivas no provocadas, separadas al menos por 24 horas. En la mayoría de los casos, se trata de una epilepsia idiopática, sin causa estructural detectable, pero con un componente genético reconocido en ciertas razas.
No todos los perros con convulsiones necesitan tratamiento inmediato. El inicio del tratamiento crónico suele indicarse cuando se cumple alguno de los siguientes criterios:
- Más de una crisis cada 6–8 semanas
- Presencia de estatus epiléptico o racimos convulsivos
- Empeoramiento progresivo en frecuencia o intensidad
- Alteración de la calidad de vida del perro o del tutor
En la práctica diaria, muchos tutores llegan preocupados tras la primera crisis. Es importante transmitirles que no siempre se requiere tratamiento de por vida, pero sí un seguimiento estrecho desde el inicio.
Seguimiento clínico: qué controlar y cómo interpretarlo
Una vez iniciado el tratamiento, el seguimiento debe centrarse en dos aspectos clave: eficacia (control de las crisis) y tolerancia (efectos adversos). Vamos a ver qué variables debemos evaluar con regularidad.
Registro de crisis
Se recomienda que el tutor lleve un diario de crisis, incluyendo:
- Fecha y hora
- Duración
- Tipo de movimientos
- Periodo postictal
- Cualquier factor desencadenante (estrés, ayuno, sueño alterado…)
Este registro ayuda a detectar patrones y valorar si el tratamiento está funcionando. En general, una reducción del 50% o más en la frecuencia se considera una buena respuesta.
Evaluación física y neurológica
En cada revisión, conviene explorar signos de sedación excesiva, ataxia, pérdida de peso o alteraciones de comportamiento. Estos efectos pueden indicar toxicidad o mala tolerancia al fármaco.
Analítica de control
Según el fármaco utilizado, se deben monitorizar:
- Fenobarbital: niveles séricos a las 2 semanas del inicio y luego cada 3–6 meses. Rango terapéutico: 15–35 μg/mL.
- Bromuro de potasio: niveles estables a los 2–3 meses. Rango terapéutico: 1–3 mg/mL.
- Función hepática y renal: especialmente con fenobarbital, zonisamida y en tratamientos prolongados.
En nuestra experiencia, la mayoría de los ajustes se realizan por niveles subterapéuticos detectados en analítica, aunque clínicamente el perro parezca estable.
Cuándo y cómo ajustar el tratamiento
Ajustar no significa cambiar por cambiar. Veamos las situaciones clínicas más frecuentes y cómo abordarlas.
Crisis persistentes
Si el perro sigue teniendo crisis frecuentes o graves:
- Confirmar adherencia del tutor: errores en la pauta son muy comunes.
- Repetir niveles plasmáticos: puede estar infra o sobredosificado.
- Añadir un segundo fármaco: si los niveles son correctos y no hay efectos adversos, se puede asociar otro antiepiléptico.
Efectos adversos
Sedación intensa, ataxia, poliuria/polidipsia o alteraciones hepáticas pueden requerir:
- Reducción de dosis
- Cambio de fármaco
- Fraccionamiento de la dosis diaria
En algunos casos, cambiar a un principio activo con mejor tolerancia (como levetiracetam o zonisamida) mejora significativamente la calidad de vida.
Crisis aisladas pero intensas
Si las crisis son muy espaciadas, pero violentas o con estatus epiléptico, conviene:
- Reforzar la medicación alrededor de los periodos de mayor riesgo (pautas pulsadas)
- Disponer de benzodiacepinas de rescate para el tutor (diazepam rectal, midazolam intranasal)
¿Qué combinaciones usar según respuesta y tolerancia?
Vamos a ver qué combinaciones son más utilizadas en la práctica clínica, según el perfil del paciente y la evolución:
Situación clínica | Opción terapéutica inicial | Añadir o ajustar con… |
Crisis frecuentes, leve sedación | Fenobarbital | Añadir levetiracetam o bromuro |
Crisis en racimos, buena tolerancia | Fenobarbital + bromuro | Mantener y monitorizar niveles |
Mal control con niveles terapéuticos | Fenobarbital + zonisamida | Valorar cambio si efectos adversos |
Ataxia o hepatopatía | Retirar fenobarbital, iniciar levetiracetam | Dosis ajustada cada 8 h |
Epilepsia refractaria | Fenobarbital + levetiracetam + bromuro | Considerar consulta con neurólogo |
Tabla de fármacos antiepilépticos más utilizados
Fármaco | Dosis recomendada (perro) | Consideraciones clave |
Fenobarbital | 2–5 mg/kg cada 12 h | Niveles plasmáticos, hepatotoxicidad |
Bromuro potásico | 30–40 mg/kg cada 24 h (oral) | Inicio lento, ideal en pacientes con enfermedad hepática |
Levetiracetam | 20 mg/kg cada 8 h | Buena tolerancia, útil como adyuvante |
Zonisamida | 5–10 mg/kg cada 12 h | Controlar función renal, no mezclar con sulfonamidas |
Imepitoína | 10–30 mg/kg cada 12 h (no disponible en todos países) | Solo en epilepsia idiopática |
Educación del tutor: pieza clave del tratamiento
Una parte fundamental del éxito en el control de la epilepsia es la implicación del tutor. Hay que explicar de forma clara:
- Qué esperar tras iniciar el tratamiento
- Cómo actuar ante una crisis
- Qué signos deben alertarle (sedación, incoordinación, cambios de comportamiento)
- Que la epilepsia no se cura, pero se controla
En consulta, solemos entregar una hoja personalizada con el protocolo, contacto para urgencias y pautas en caso de crisis largas o múltiples.
Conclusión
Controlar la epilepsia en perros no es una tarea estática, sino un proceso de seguimiento, evaluación y ajustes progresivos. La clave está en conocer bien los fármacos, medir su efecto clínico y analítico, y trabajar junto con el tutor para interpretar correctamente la evolución del paciente. Con un enfoque estructurado y realista, la mayoría de los perros epilépticos pueden llevar una vida estable y de calidad.
Referencias
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